martes, 13 de octubre de 2015

Transexualidad




Imagina que un día te miras al espejo y no te ves, en tu lugar hay otra persona del género contrario al que pensabas que pertenecías, con el que siempre te habían identificado.

Imagina que al mirar tus órganos sexuales, donde tú ves un pene, el espejo refleja una vulva
(o al revés), y al mirar tu pecho tampoco encaja con lo que tú ves, y al seguir observando, el vello corporal y facial, tamaño y forma de las caderas... nada es como tú lo ves, como tú lo sientes. 

Donde debería haber un hombre, hay una mujer; o donde debería haber una mujer, el espejo refleja un hombre.

Ahora imagina que esto te ocurra cada día, durante toda tu vida, cada vez que te miras al espejo, cada vez que te miran los demás, cada vez que te nombran... Nada encaja con quien tú realmente sientes que eres.

Algo así es lo que viven las personas transexuales, que desde que nacen son etiquetadas en un género (masculino o femenino) y que más tarde o más temprano empiezan a sentir que el género en el que fueron clasificados es contrario al que ellos sienten, que sus cuerpos no encajan con sus mentes.

Cada año se producen en el mundo una enorme cantidad de asesinatos y agresiones a personas transexuales, cuyo único delito fue nacer en un cuerpo equivocado, ¿o quizá en una sociedad equivocada? (a diferencia de la nuestra, en algunas culturas la transexualidad está bien vista).

No confundamos transexualidad con travestismo, personas que se visten con ropa y demás complementos adoptando una imagen del género contrario a su cuerpo biológico, pero que a diferencia de los transexuales, no sienten la imperiosa necesidad de modificar sus cuerpos. Tampoco las personas transgénero necesitan de cirugías, y no pretenden encajar en ninguno de los dos géneros, sino que transitan rompiendo estos límites.

Existen más términos (drag queens, drag kings...) y a veces es difícil clasificar (ni debería ser necesario), pero otras veces son imprescindibles para entender las diferentes maneras de vivir y sentir los géneros.

Además de todos los problemas a los que se enfrentan las personas transexuales en nuestra sociedad (para poder cambiar de nombre, para ser aceptados por sus familias y conocidos, para encontrar un trabajo, para llevar a cabo las cirugías que precisan...), nos interesa aquí especialmente cómo viven su sexualidad.

La realidad es bastante diversa y compleja: algunos sienten tanta repulsión hacia sus órganos sexuales, que se confiesan asexuales, o tienen pareja pero no soportan que toquen sus órganos sexuales; otros sueñan con tener un pene y poder penetrar, o tener una vagina y ser penetradas; otros piensan que nunca podrán tener pareja mientras no tengan un pene (o una vagina), están decididos a someterse a cirugías aunque en algunos casos eso suponga perder sensibilidad o incluso tener secuelas graves; incluso están quienes han adaptado su cuerpo a sus relaciones sexuales sin pasar por cirugías, inventando formas de dar y sentir placer.

La realidad del continuo sexualidad-sexo-género da lugar a interacciones ilimitadas, pero nuestra cultura restringe estas posibilidades a tan sólo unas poca opciones: dos géneros (masculino/femenino), dos sexos (hombre/mujer), y una heterosexualidad obligatoria.

De manera que tener cuerpo de hombre significa una identidad de género masculina y relaciones sexuales con mujeres. Mientras que nacer con cuerpo de mujer implica, tener identidad de género femenina y relaciones sexuales con hombres. No hay espacio para lo que no encaja en este esquema. Ningún cuerpo puede ser intermedio entre el hombre y la mujer, nadie puede vivir su género entre lo masculino y lo femenino... La norma social es así: si tienes cuerpo de hombre ¡viste como un hombre, actúa como un hombre! (lo mismo para la mujer).

Si bien es cierto que empiezan a vislumbrarse y aceptarse otros tipos de preferencia genérica, diferente a la heterosexual (homosexualidad, bisexualidad...), aún falta mucho camino para abrir los ojos a nuevos géneros y nuevos cuerpos independientes de esos géneros.

La pregunta es ¿por qué debería haber sólo dos géneros?

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